Sin querer desde luego hacer de menos ni una de las paladas dadas en el mundial, es como si los días fuesen trillando el grano de la paja y las carreras que entraban dentro de lo habitual pasan a formar parte de la historia (ya digo que bien entendida, pues todas y cada una de las medallas tienen su incalculable valor para los protagonistas). Vaya por delante que da la sensación de haber vivido una especie de déjà vu, una vuelta al panorama de hace 25 años, con un marcado duelo entre Alemania y Hungría (impresionante ver cómo caían las medallas para los germanos en las primeras finales, oros y platas uno tras otro).
Por otro lado, el balance español se podría decir que ha sido bueno, siempre dentro de la prudencia. Dos medallas, aunque sean ambas de bronce, no es un botín que se consiga en todos los mundiales, si bien es verdad que parecen una pausa en el camino ascendente que parecía marcar nuestro equipo nacional en los últimos años. Sin embargo, queda también la imagen de que existe una renovación en pleno desarrollo dentro del equipo, con jóvenes valores (algunos ya firmes realidades, caso de Paco Cubelos o Sete Benavides) que son ya el relevo y a la vez acicate de la gente más experimentada. La buena sensación del renovado K4, el 5.000 de Emilio Llamedo o la presencia en la exigente final del K2 200 de Arévalo y Toro nos hacen albergar las esperanzas de que las medallas podrán seguir llegando en un entorno tan difícil como el que le ha tocado vivir a esta generación de extraordinarios palistas.
Javier Reja, campeón del mundo de V1 |
Volviendo de nuevo a las demás pruebas, no defraudó el K1 1.000. Aunque con ausencias como las de van Koeverden o Yurenia, que optaron esta vez por el K2 en el año postolímpico (plata para el bielorruso), Hoff consiguió un nuevo título con una autoridad que sólo se vio amenzada en los últimos metros por un inconmensurable Wallace, que realizó una de sus espectaculares remontadas para llevarse la plata y que en el 5.000 demostró estar a un nivel de forma sobresaliente, dominando la carrera de principio a fin para lograr el oro en 19:42, tiempo al alcance de muy pocos. También en esa distancia deslumbró la neozelandesa Teneale Hatton, que se hizo toda la carrera en solitario desde la misma salida, dejando la plata para una Renata Csay que había sido hasta ahora una de las grandes dominadoras del fondo.
En los 200 metros, El C1 de Demyanenko volvió a volar sobre la pista, reivindicando su posición tras la lesión que le impidió asaltar el oro olímpico de Londres. En el K1, sin embargo, McKeever estuvo lejos de su mejor forma mientras el sueco Peter Öström (¿recordáis el que recibió una ola en el pecho en el preolímpico de Poznan de 2012 dando al traste con su clasificación?... pues el mismo) dejó claro que su victoria en el Europeo no fue casualidad y se colgaba también el oro en el Mundial, ostentando así la doble corona como el hombre más rápido de 2013. Este título lo siguen ostentando en el K2 los rusos Postrigay y Dyachenko, que ya por tenernos acostumbrados a sus holgadas victorias no por ello dejan de maravillarnos. Del mismo modo parece imbatible en el K1 la neozelandesa Lisa Carrington, que esta vez hubo de remontar a la polaca Marta Walczykiewicz, que se lo puso muy difícil. Carrington intentó el asalto al doble oro con el K1 500, pero hubo de conformarse con el bronce tras Kozák y Wagner-Augustin, dos pesos pesados de la distancia.
Sin embargo, aunque recitemos uno por uno a todos los vencedores del fin de semana, ninguno se quedará tan grabado en nuestras retinas como el de Tom Liebscher, el joven alemán (20 años recién cumplidos) que dejó al mundo boquiabierto con su victoria en el K1 500, donde protagonizó una remontada que hizo creer al mismísimo Poulsen que estaba parado. Pero ninguna de las palabras que pueda describirlo será más gráfica que el propio vídeo de la carrera, todo un clásico desde el mismo momento de la retransmisión. Vean y disfruten del talento en estado puro:
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