miércoles, 20 de enero de 2016

Reflexiones acerca de la propuesta de la ICF sobre el piragüismo en Tokio 2020 (1ª parte)

Yo nunca he ido a unos Juegos Olímpicos. No estoy ni medio cerca de poder siquiera cogerles las chancletas del pantalán a los palistas en Rio este verano. Y, lamentablemente, todo apunta a que con los años mis posibilidades de competir en venideras ediciones de los Juegos tendrán que ser expresadas en notación científica.

Nadie de mi familia está tampoco vinculado a la ICF, ni al COI, ni a marcas comerciales o instituciones que financien o se lucren con el piragüismo ni ninguno de sus derivados. Y a juzgar por las risas cuando sale el tema, tienen aún menos fe que yo en que algún miembro de la familia acabe subido a un cajón olímpico. Si ese miembro soy yo, las carcajadas rozan lo denigrante.

Bueno, llegados a este punto ya estaréis pensando que a qué viene este truño. Pues bien, es para que quede claro que todo lo que voy a decir a continuación está exento de intereses. Quiero pensar que sí está repleto de interés, el interés que puede tener una opinión meramente personal, pero que es fruto del amor por nuestro deporte y de la pasión con la que un espectador cualquiera disfruta por la tele (o, con suerte, en directo) de ver cómo los mejores palistas del mundo hacen volar por un canal olímpico la misma embarcación que un servidor ha estado arrastrando deplorablemente por la ría de su pueblo esa misma mañana.

Como bien sabéis los que nos seguís en nuestra página de Facebook, la semana pasada la ICF trasladó al COI su propuesta para la redistribución de categorías y disciplinas de cara a los JJOO de Tokio 2020,...
donde nadie sabe quién ni por qué (me refiero al quién y al por qué de verdad, no a los que figuran por escrito), al piragüismo le ha tocado reestructurarse para reducir costes y además hacer un esfuerzo hacia la paridad de sexos. Bien, hasta ahí bien. 

La reducción de costes es el pan nuestro de cada día, empezando por los sandwiches de chopped donde antes uno comía bocadillos de jamón. Y el que ya comía sandwiches de chopped, pues le quita una rebanada de pan y lo llama "tosta" para que parezca que le alimenta lo mismo. Así con todo y, para pena de todos, ya nos vamos acostumbrando. En cuanto a lo de la paridad, en muchos aspectos se ha avanzado social y culturalmente, en unos países y/o sectores más que en otros. Todos nos alegramos de ello y todos estamos de acuerdo en que el mundo es más justo cuando todos somos tratados como individuos únicos e iguales al margen de nuestro sexo. Como parte de la sociedad y referente de nuestra cultura universal, el deporte y su máxima expresión, los Juegos Olímpicos, no pueden estar al margen de estos avances ni, lamentablemente, de la reducción de costes.

Ahora bien, y aquí ya es donde nos toca el tema de cerca, ¿qué ha hecho el piragüismo para ser uno de los primeros en pasar por la trilladora? Pues que no es un deporte de masas (menos profesional, menos legislado, más maleable...) pero que, sin embargo, sí está rodeado de intereses, como cualquier otro deporte. A su nivel, pero en todos lados cuecen habas. Hay intereses por doquier y que se alejan mucho de los que empujan al deporte a un nivel superior, sino de los que consisten más bien en arrimar el ascua a su sardina. Y creedme que hay unos cuántos. Ojo, tampoco les culpo por tener intereses personales. Todos los tenemos y quien más quien menos hacemos todo lo posible para que lleguen a buen puerto. Es ley de vida.

Lo que haré a partir de mañana (no sé si en una o dos entradas más como ésta) es exponer los intereses que existen y que tengamos un poco más claro qué es lo que está pasando o, al menos, cómo lo ve un espectador de a pie desde el sillón de su casa. Y cómo todo esto está llevando el piragüismo hacia un lugar diferente del que está ahora. ¿Mejor o peor? Eso sólo el tiempo nos lo podrá decir.



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